jueves, 28 de julio de 2016

Pausa de agosto

He fracasado, como era de esperar: no he terminado de escribir la novela a tiempo. Me propuse acabar las Mateorías antes del 29 de julio y no lo he logrado. Habría querido llegar a España con una novela bajo el brazo, pero nanay. Así, mañana por la mañana, desde el aeropuerto de Cracovia hasta que el avión aterrice, solo pensaré que me comprometí y me he fallado a mí mismo. Todo esto pensaré mientras sobrefracaso los cielos.

Mentira: pensaré que voy a pasar unas merecidas vacaciones (de trabajo y de escritura) y que por fin voy a ver a mi familia y amigos. Aunque esperaba escribir la novela antes del 29 de julio, me di un segundo deadline, previendo el fracaso: el 27 de septiembre, el día de mi 30 aniversario. Terminarla en julio habría sido rizar el rizo.

Y lo que he conseguido hasta ahora tampoco está tan mal. Del 1 al 29 de julio he escrito 10 capítulos, es decir, 45.883 palabras, o sea, 101 páginas. Y lo más importante es que son 10 capítulos de los que estoy orgulloso, como del resto de la novela.

En resumen, este mes de fracaso ha sido una experiencia fantástica. Por primera vez, me he dedicado en cuerpo y alma a escribir: mañana y tarde y alguna noche delante del ordenador, tecleando y releyendo y corrigiendo hasta no poder más. Estos últimos días he intentado terminar el siguiente capítulo de las Mateorías, el veintiuno, pero ha sido imposible, ya que estoy agotado y con el cerebro seco como una nuez. Es un estilo de vida duro y solitario, pero muy gratificante. Ojalá pueda repetir.

Gracias a la publicación de la novela en el blog, he recibido el feedback y el apoyo de algunos lectores de las Mateorías.  No son muchos, pero su compañía es muy grata.

La primera lectora es mi novia, Ivana, aunque en realidad ella no ha leído nada, ni una sola frase. Sin embargo, le he ido resumiendo en inglés cada capítulo, mientras lo escribía o cuando ya lo tenía terminado. Es muy difícil captar la atención de esta no lectora, pero de vez en cuando a Ivana le interesaba lo que le contaba, sobre todo si conocía la anécdota que inspiraba la escena o si el episodio no iba de libros ni de fútbol. El día en que se enteró de que ella no aparecería en las Mateorías, se cabreó bastante, porque es una no lectora muy exigente y con ínfulas de personaje. Intenté explicarle que el protagonista de la novela no era yo, sino alguien que se parecía a mí. Le dije que las Mateorías son autoficción, una mezcla de autobiografía y ficción, es decir, un trampantojo, o sea, una ilusión literaria más vieja que andar a pie.

—Más bien es una desilusión —me dijo Ivana—. Vaya mierda de libro, si no salgo yo.

Traté de compensar su decepción diciéndole que en esta "Pausa de agosto" aparecería ella e incluso diría un par de frases, pero no funcionó. Me lo merezco, por liar las cosas de la realidad y la ficción.

La segunda lectora de las Mateorías es mi madre, que sí me lee y siempre le gusta todo lo que publico. Excepto las veces en que hablé de gente real o usé nombres reales. Así que, cuando acabé el capítulo siete, en que el narrador habla de su madre, tuve que advertirle a mi madre: tu no ets la mare de la novel·la! Es decir, que lo que le pasara a esa madre y lo que se dijera sobre esa madre nada tenía que ver con mi madre.

Los comentarios de los otros lectores, en persona o en línea, también han sido muy positivos. Incluso los lectores potenciales: todavía no he leído nada, es que es muy largo. Los demás, los sí lectores, me han felicitado, aunque supongo que habrá a quien no le estén gustando las Mateorías. Algunos me recriminaron que tardaba mucho en sacar nuevos capítulos y que luego no se acordaban de lo que había pasado en los anteriores; les contesté que ellos eran lectores experimentales, que leían a lo que salga, para lo bueno y para lo malo. Mi excusa no les satisfizo, por supuesto. Y a mí su insatisfacción tampoco me convenció, por lo que decidí tomarme sus críticas como alabanzas.

He disfrutado mucho con las preguntas y las hipótesis de los sí lectores. Especialmente de las mateorías que ingeniaban los profesores con quienes trabajo, muy suspicaces siempre.

Cuidado: parecen preguntas retóricas pero en realidad son spoilers mateóricos:

¿De verdad te pasó eso de la sardana en la discoteca? En el capítulo quince, el baile protector de Mateo en De Cafencia lo sacaste de lo que nos contó tal día tal profesor, ¿verdad? ¿En tus clases de español llamas maricas y maricones a los reyes españoles y les muestras imágenes de actores porno a los estudiantes? ¿Y quién demonios es Mateo? ¿Aquel madrileño que ya no está en Cracovia? ¿O el ciudadrealeño que se carcajeaba tan fuerte y también se fue? ¿Mateo eres tú? ¿Y la directora cubana? ¿Tenías una gata llamada Tutaj? ¿El profesor mexicano es ese mexicano que bebe vodka de membrillo? ¿El argentino es aquel que ya regresó a la Argentina? ¿La academia de español es la escuela donde trabajamos juntos?

Otro sí lector me dijo que Facu le resultaba demasiado irritante. Ya, es que tiene que ser irritante, le respondí, tratando de defendernos. Sí, es irritante, me contestó el lector, pero leerlo también resulta irritante. Después me propuso matarlo: el vecino rumano lo ahoga con la almohada o se electrocuta con su portátil en la bañera o el exceso de pollo frito le causa un infarto. No, imposible, le tengo mucho cariño a Facu.

Un amigo de Badalona, que también es sí lector, me hizo una extraña petición: cómprame una taza del papa, de el papa. Quería una taza de Juan Pablo II como la que tiene Mateo. Así que tuve que pasar por todas las tiendas de souvenirs de Cracovia, en plena euforia católica de la JMJ, para cumplir el encargo. Hordas de jóvenes bárbaros se abalanzaban sobre los recuerdos como si fueran víveres en plena guerra: imanes de Cracovia, llaveros del dragón de Wawel, ceniceros con versículos, crucifijos de la JMJ, camisetas con el rostro de una monja, gorras del papa Francisco, insignias de la Virgen de Nosequé, etc. Pero no me quedaba otra opción porque, por supuesto, no iba a regalarle la taza de Juan Pablo II que tengo en casa.

Un excompañero de universidad me mandó un correo electrónico indignadísimo. Venía a decir lo siguiente: ¿por qué demonios en tu novelucha Messi juega en el Real Madrid? ¿En qué mundo jugaría Cristiano Ronaldo para el Barça? Los culés de verdad como yo lo encontramos ofensivo, repugnante, insultante.

Un amigo y compañero de trabajo me ha escrito hoy mismo por Facebook: "no sé cómo acabarán las Mateorías, pero yo ya tengo una idea de cómo serán las últimas líneas". Seguro que él no es mentalista, porque yo no sé ni cómo terminará la novela ni qué líneas lo harán. Le he pedido que me revele el final para ahorrarme el esfuerzo mental, pero no ha querido. Hemos apostado un vodka de avellana a que acertaba.

Una polaca, exalumna de uno de los profesores, se me acercó para decirme que ella también era sí lectora. Y también quería aportar su granito de arena a la conversación mateórica:

—En el capítulo quince, llamas "heroica ciudad" a Cracovia. ¿Por qué? Aunque me guste mucho, no me parece que mi ciudad sea muy heroica. Por ejemplo, cuando los nazis la invadieron en 1939, Cracovia no se defendió. No pudo defenderse, solo rendirse. Luego Hitler convirtió Cracovia en la capital del Gobierno General. Y no te puedes imaginar cuántas veces más ha sido conquistada. La leyenda del trompetista que salvó a la ciudad de los mongoles es la excepción que confirma la regla.

Como buen profesor, le expliqué que ese capítulo, que empieza con la frase "La heroica ciudad no dormía nunca la siesta", era un plagio o parodia del inicio de La Regenta: "La heroica ciudad dormía la siesta". Las descripciones del viento, de los turistas y de las torres de la basílica también querían ser un homenaje a la novela de Clarín.

¡Qué triste es hacer un comentario de tu propio texto! No volveré a hacerlo.

Otro sí lector encomió el poema del capítulo dieciocho: "Llora en mi corazón / como llueve sobre Cracovia; / ¿qué es esta languidez / que penetra mi corazón?". No le dije que se trataba de un conocido poema de Paul Verlaine. Otro me comentó que le gustaba mucho un fragmento del capítulo nueve que resulta ser un fragmento de "Nowhere Man", la canción de los Beatles, traducido al español. Otro loó una cita de Jorge Luis Borges. Otro admiró una frase de El principito.

Justifiqué mentalmente estas viles apropiaciones con las palabras del profesor Yono Leo: lee sin parar, copia sin piedad. Pero el impiadoso destino siempre tiene la última palabra: todos los elogios que he recibido han sido por fragmentos robados a otros escritores. A los lectores les gusta más lo que copio que lo mío propio. El viejo muere, la niña vive: me parece justo.

Ojalá más gente leyera estas Mateorías: así podría relatar más cotilleos de los lectores. Quizás entonces, cuando más personas me comenten lo que piensan o me pregunten por los personajes de la novela o me cuenten qué sé yo, podré escribir mi Negra espalda del tiempo. El autor de Negra espalda del tiempo es Javier Marías. Este libro excepcional es una especie de autobiografía: Marías narra la influencia que tuvo en su vida la publicación de Todas las almas, una novela escrita diez años antes. En Negra espalda del tiempo habla del revuelo que causó Todas las almas en Oxford, de cómo los profesores trataban de identificar a los personajes como si fuera una novela en clave, pero también de la fama que le dio y de cómo sus estudiantes de la Complutense de Madrid le preguntaban por la salud de su hijo, el hijo del personaje de Todas las almas. En fin, es una novela de cotilleos genial, unas memorias fabulosas en las que los juegos entre realidad y ficción son insuperables. Si las Mateorías tuvieran más lectores, quizás yo podría escribir algo similar a Negra espalda del tiempo y tendría el honor copiar a Javier Marías.

El 15 de agosto, volveré a sobrefracasar los cielos de Europa: desde el avión Madrid-Cracovia no pensaré en todo esto, sino en las Mateorías que me quedan por escribir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario