domingo, 28 de agosto de 2016

Sobre 'Jambalaya' de Albert Forns

A principios de agosto, encontré en una librería de Madrid una novela que me atrajo, primero, por el título y el prólogo de Sergi Pàmies y, luego, por la descripción de la contraportada: "Albert Forns indaga en los mecanismos de la autoficción y disecciona el proceso de escritura de un libro".

Hojeé Jambalaya y descubrí que el autor era catalán, que aquella era su segunda obra —después de Albert Serra (la novel·la, no el cineasta)— y que era muy autoficcional. Es decir, ideal para mí. Tras leer unos cuantos fragmentos, mi ego me jugó una mala pasada: creí que Jambalaya era la misma novela que yo estoy intentando escribir, Mateorías. Es autoficcional, sucede en otro país, tiene sentido del humor, internet y las nuevas tecnologías tienen un papel crucial, su protagonista es escritor...

Un sorprendido librero me confirmó que obviamente no la tenían en catalán, así que me la compré traducida al español. Me salté mi lista de lecturas pendientes y empecé a leerla. En seguida respiré aliviado: Jambalaya es bastante diferente de mis Mateorías, aún inacabadas.

Ahora puedo decir que es una novela fabulosa, quizás la autoficción definitiva.

* * *

Aunque Jambalaya (2016) de Albert Forns aspira a ser una novela sin argumento, tiene argumento: el protagonista quiere escribir su segunda novela por lo que, gracias a una beca, se va a una granja de artistas en Montauk, Nueva York, presidida por el famoso dramaturgo Edward Albee. Y ahí hace cualquier cosa menos escribir. Alrededor de esta premisa indispensable, Forns desarrolla una acción mínima y sitúa una brillante constelación de fragmentos narrativos y ensayísticos, pertinentes incluso cuando parecen digresiones de relleno.

Forns es muy consciente de que está recorriendo un terreno muy transitado ya (Javier Cercas, Emmanuel Carrère, Enrique Vila-Matas...), por eso dota a su protagonista de tanta autoconsciencia como es posible en la literatura. Duda, describe lo que ve y siente en Montauk, cita los libros que lee así como los mensajes romanticones que le manda a su novia, pero, lo más importante, sabe que es un escritor escribiendo sobre escribir y que no es el primero en hacerlo, ni mucho menos. Para el lector, la voz del narrador se asemeja tanto a la del autor que su realismo es abrumador. ¿Es auténtica? Probablemente no, pero lo parece, y eso es suficiente.

Sin embargo, la voz del narrador no basta para justificar la frescura de Jambalaya: también es clave la forma de la novela, que parece muy natural pero es producto de un trabajo enorme. No me refiero solo a la prosa, tan cristalina y variada que nunca cansa; hablo sobre todo de la estructura de la novela, aparentemente más sencilla de lo que es. Con el pretexto de su estancia en Montauk, en cada capítulo el narrador desarrolla diversos temas de diferentes maneras. Es, pues, una novela collage.

A través de los descacharrantes diálogos con los otros escritores de Montauk, se habla del proceso de escritura y de la autoficción; en cambio, en las escenas casi surrealistas que tienen lugar en las visitas al pueblo, los asuntos son, por ejemplo, el hiperconsumismo de la sociedad estadounidense y su consecuente obesidad. También encontramos listas, aforismos, cartas, encuestas, etc., y los temas van cambiando como si zapeáramos los canales de la tele (los hipsters, la vida auténtica) o abriéramos multitud de pestañas en el navegador (las contradicciones de la sociedad, la vejez). Además, el narrador reflexiona y desarrolla estos materiales, unas veces por sí mismo y muchas recurriendo a otras fuentes: Wikipedia, internet en general y los libros que lee. De hecho, se agradece la falta de complejos de Forns, que desnuda aún más a su personaje citando gran cantidad de bibliografía.

Y aquí es cuando el lector puede malinterpretar que Jambalaya es una mezcla sin sentido de diálogos, escenas, ensayos, citas ajenas y todo lo que se le ha ocurrido meter a Forns en su texto. Pero tres leitmotivs de la novela desarman este argumento. En primer lugar, la jambalaya, un plato cajún con arroz preparado por uno de los personajes y que, como la paella valenciana, armoniza ingredientes muy diferentes. En segundo lugar, la masturbación, como práctica compulsiva, como tema de reflexión y como símbolo de la cultura occidental contemporánea (de nuevo, el protagonista se desnuda, y esta vez por partida doble: al masturbarse y al hablar de ello). Por último, el ego: todo se construye alrededor del yo del autor.

Otros dirán que Jambalaya es banal, pero es tan banal como la sociedad contemporánea. Banalidad, mezcolanza, onanismo y egocentrismo: ¿os suena? Son ingredientes esenciales de nuestros tiempos, presentes también en la novela de Albert Forns.

sábado, 27 de agosto de 2016

Mateorías (23)

(Aquí se podía leer el capítulo 23 de la novela Mateorías de Guillem González. Otra confesión amarga mientras bebían infusiones amargas.)

martes, 23 de agosto de 2016

Mateorías (22)

(Aquí se podía leer el capítulo 22 de la novela Mateorías de Guillem González. Uno más en el que se hablaba de literatura: ¡qué tío pesado, el autor! ¡Anda y vete a escribir un libro, si tanto te gustan los libros!)

domingo, 21 de agosto de 2016

Sobre 'Paseos con mi madre' de Javier Pérez Andújar

Siempre que hablábamos de novelas de Barcelona, la bibliotecaria del Instituto Cervantes de Cracovia me recomendaba Paseos con mi madre (2011) de Javier Pérez Andújar, un escritor de San Adrián del Besós. Pero yo seguía posponiendo su lectura: ¿cómo iba a leer, ay mi madre, un libro con un título tan feo? Al final la bibliotecaria me convenció porque me envió "Mendoza en Cracovia", una crónica de Pérez Andújar sobre la visita de Eduardo Mendoza a la biblioteca del Cervantes de Cracovia. La primera frase ya me persuadió de leer más: "Hace unos días me fui del bloque en el que vivo al bloque del Este, donde ya no vive nadie, y acabé en Polonia".

En la otra punta de Europa, en la Universidad de Almería, mi amigo Luis conoció para mi envidia a Antonio Orejudo, uno de mis escritores españoles favoritos. El destino quiso que Orejudo le recomendara a Luis el mismo libro de Pérez Andújar, quiero pensar que al mismo tiempo que me lo recomendaban a mí.

Cuando hablamos de su encuentro con la emoción de dos groupies y Luis me iba desgranando lo que Orejudo le había contado, supe que tenía que proponerle que leyéramos el libro y luego lo comentáramos juntos: él desde Granada, donde entonces vivía, y yo en Cracovia, donde sigo viviendo. El día acordado llegó y ambos nos conectamos a Skype para charlar de Paseos con mi madre. Quedaba inaugurado nuestro club de lectura internacional. A pesar del calor veraniego y de las interrupciones de los ruidosos trenes que pasan frente a mi ventana (Luis nos comparó con "las llamadas de Gila"), fue una conferencia muy fructífera. Tanto, que Luis escribió una reseña del libro en su blog y yo, ahora, otra.

* * *

En Paseos con mi madre, Javier Pérez Andújar solo pasea con su madre en el primer capítulo, aunque este paseo sirve de pretexto para desatarle la memoria y el ensayo al autor y para que el lector lo acompañe. Como casi todas las obras de Francisco Umbral y como The Book of My Lives de Aleksandar Hemon (que acabo de reseñar), Paseos con mi madre combina el recuerdo y la reflexión para fraguar la propia identidad. Los paseos los da Pérez Andújar por sí mismo: pasea por su infancia, por sus ciudades y por sus barrios y por sus bloques, por su desarraigo, por sus gustos literarios y musicales, por sus trabajos, por sus amigos, por sus lenguas, por sus padres.

A pesar de lo que diga la WikipediaPaseos con mi madre no es una novela: es el libro que Umbral habría escrito si hubiera nacido en San Adrián del Besós en 1965. Y Umbral no escribía novelas ni cuando escribía novelas. La escritura de Umbral es siempre 100% ensayística: mediaciones sobre sí mismo y sobre el mundo para entenderse a sí y al mundo, es decir, para construirse como persona y personaje. Y la escritura de Umbral también es siempre 100% poética, muy consciente de la palabra usada y muy dada a manosearla, a ensayar también con ella.

Sin embargo, limitarse a equipararlo con Umbral es quedarse corto, porque Pérez Andújar no es un imitador, en todo caso es un discípulo. Como su maestro, el discípulo disecciona por escrito su desarraigo; en cuanto al estilo, reduce el porcentaje de poeticidad al, digamos, 75%, y aumenta la proporción de lenguaje callejero, con lo cual la prosa del discípulo, más contenida, supera en agilidad y legibilidad a la del maestro (para mi gusto, claro).

Pero Umbral no es el único maestro de Pérez Andújar, otros maestros también aparecen en Paseos con mi madre, porque la identidad se forja combinando ejemplos y modelos. Y aunque él parece rechazarlo, creo ver en la figura de Juan Marsé a su segundo maestro (paradójicamente, fue Marsé quien acuñó el sintagma "prosa sonajero" para atacar a Umbral). En esta cita, se encuentran las filias y las fobias de Pérez Andújar:
"Es en el Guinardó donde transcurren la mayoría de las novelas de Juan Marsé, autor al que copiaré menos que a Umbral, quizá por mi incapacidad de ser de Barcelona. Y sin embargo, si pudiese formar parte de la ciudad quisiera hacerlo precisamente a la manera de Marsé, desde mi barrio, poniendo las películas del Oeste por delante de los libros por no vacilarle al personal o también por vacilarle, ahorrando siempre palabras para no tener que pronunciar las de los pijos".
De Umbral toma el tono, mientras que de Marsé saca la visión crítica de Barcelona. Y es que Barcelona es esencial para Pérez Andújar; desde los bloques de San Adrián del Besós, odia a Barcelona y la ama al mismo tiempo, a la vez quiere y no pertenecer a ella y a su cultura. De esta tensión surgen su identidad, su desarraigo y unos fragmentos brillantes: "Antes que sentirme de ningún país, de ninguna patria o nación, voy a pertenecer a la internacional de los bloques". La única crítica que le puedo hacer a Paseos con mi madre también sale de aquí: a menudo, el orgullo que demuestra por su barrio me resulta excesivo, así como la nostalgia que recorre los recuerdos de las derrotas políticas y sociales que sufrió la clase obrera durante su infancia y juventud.

Me arrepiento de no haber leído estos geniales Paseos con su madre en su momento, a finales de 2011 o durante 2012, porque era la época idónea: Xavier Trias acababa de hacerse con la alcaldía de Barcelona y la bola de nieve del procés independentista empezaba a coger velocidad. Pero este verano de 2016 las circunstancias también son propicias. La nueva alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, eligió a Pérez Andújar como pregonero de las fiestas de la Mercè. Y se desataron los ataques de cierto sector del independentismo, porque Pérez Andújar es muy crítico con el proceso soberanista.

Por mi parte, será el primer año que le preste atención al discurso de la Mercè, aunque no estaré en Barcelona. En cuanto a Luis y a nuestro selecto club de lectura internacional, nos hemos propuesto leer en septiembre Catalanes todos, también de Javier Pérez Andújar.

viernes, 19 de agosto de 2016

Mateorías (21)

(Aquí se podía leer el capítulo 21 de la novela Mateorías de Guillem González. Los personajes imaginados en estas palabras, ahora eliminadas de la red de redes, jugaban una pachanga de fútbol, como si fueran críos, oye.)

miércoles, 17 de agosto de 2016

Sobre 'The Book of My Lives' de Aleksandar Hemon

Ayer llegué a Cracovia después de 18 días en España. Mis vacaciones han consistido en ver a mi familia y amigos, comer y beber, charlar y viajar un poco (Girona, Barcelona, Palencia, León, Toledo, Madrid...). En todo este tiempo no se me olvidó que el 15 de agosto volvería a Polonia y entonces tendría que escribir y trabajar. Hoy, 16 de agosto, he dado mi primera clase de español postvacacional y he seguido escribiendo las Mateorías.

El capítulo 21 de la novela estará listo dentro de un par de días, pero, como necesito desentumecer los dedos y el cerebro y aún dispongo de cierto tiempo libre, voy a ponerme al día con las microrreseñas atrasadas. Este verano estoy leyendo bastante, así que, en vez de presentar las reseñas en un solo post ("The Best of Summer 2016"), las espaciaré más: un libro, un post. Así será más legible y más escribible.

* * *

El año pasado, descubrí a Aleksandar Hemon, bosnio que escribe en inglés, con los cuentos de The Question of Bruno (2000) y la novela de relatos Nowhere Man (2002); este año he continuado con The Lazarus Project (2008) y, entre junio y julio, The Book of My Lives (2013).

La historia de cómo me compré The Book of My Lives parece un chiste posmoderno (de los malos), pero sirve para presentar a su autor. A finales de diciembre de 2015, mi novia y yo visitamos Liubliana, la capital de Eslovenia, antigua república yugoslava. Como casi siempre que viajo, quise comprarme un libro de algún autor local, o sea esloveno, por lo que entré en una librería y pregunté si tenían algo en inglés. Después de descartar la selección de clásicos y de bestsellers que se repite en cualquier librería de cualquier parte del mundo, le pedí al librero si tenían algo local, o sea esloveno. No mucho, me contestó, y me mostró The Book of My Lives de Aleksandar Hemon. Cogí el libro y sonreí. ¿De dónde eres?, le pregunté al vendedor. De aquí, de Liubliana, ¿por? No le dije que Hemon no es esloveno sino bosnio, ni que, de hecho, tanto el librero como el novelista habían nacido en el mismo país, Yugoslavia, aunque en repúblicas diferentes. Sin embargo, pensé que a Hemon le haría gracia la confusión: si su identidad nacional ya es bastante compleja, aquel librero todavía le asignaba otra nacionalidad.

Cuando estalló la guerra entre Bosnia y Serbia, Hemon estaba de viaje en EEUU y decidió quedarse ahí, descolocado, y acabó adoptando el inglés como lengua literaria (curiosamente, a Witold Gombrowicz le pasó lo mismo en la Segunda Guerra Mundial con Argentina, pero siguió escribiendo en polaco). Este episodio, que desencajó totalmente su vida, es el eje de su narrativa. Los personajes de The Question of Bruno, Nowhere Man y The Lazarus Project están descentrados, fuera de lugar, siempre a causa de las Guerras Yugoslavas. En The Book of My Lives, Hemon cuenta una vez más la historia de cómo llegó a Chicago; quizás esta vez sea la versión verdadera. "The Lives of Others", el ensayo que abre el libro, demuestra que su preocupación principal es la identidad; no solo por su título, sino también por los títulos de los fragmentos que lo componen: "Who is That?", "Who Are We?", "Us Versus Them", "That's Me", "Who Are They?", "What Are You?", "What Am I?".

La complejidad identitaria de Hemon encuentra su correlato en el hibridismo genérico de The Books of My Lives. Algunos dicen que es un ensayo, mientras que otros lo catalogan como unas memorias (siempre son los otros quienes clasifican a uno). Yo prefiero la primera etiqueta, simplemente porque es mucho más holgada: puede incluir la narración autobiográfica y las reflexiones que parten del yo, como en Montaigne; por contra, las memorias implican una sistematización que no existe en este libro, ya que no abarca toda la vida del autor ni un periodo determinado, sino que salta de una etapa a otra según los temas que le interesa tocar. Y en esto consiste The Books of My Lives: una serie de textos autobiográficos y reflexivos que giran alrededor de un tema o de un momento importante en la biografía del bosnio. Por suerte, ha tenido una vida más que interesante y su prosa, sencilla, analítica y capaz de captar las más intensas emociones, acompaña.

Como en cualquier libro de relatos más o menos independientes, hay altibajos, aunque no muy pronunciados. Hemon flaquea más en "Family Dining", donde reflexiona con simplicidad durante unas pocas páginas sobre las comidas familiares y su importancia, y en "The Magic Mountain", donde recuerda los días que pasó leyendo y escribiendo en la cabaña que su familia tenía en la montaña. En cambio, el mejor Hemon está en "Let There Be What Cannot Be", donde presenta al criminal de guerra Radovan Karadžić; en "Dog Lives", donde habla de los refugiados de guerra a través de sus perros, y en "The Lives of a Flaneur", donde rememora diversas etapas de su vida en Sarajevo y en Chicago como flâneur. Probablemente, el mejor relato sea el último, el más emotivo: "The Aquarium" rememora la enfermedad que terminó con la vida de Isabel, su hija de un año. Como en Mortal y Rosa y otras buenas obras que hablan de la muerte de un ser querido, es difícil aguantar las lágrimas durante la lectura.

La única crítica que le puedo hacer a The Book of My Lives es que Hemon no hable más de la génesis de sus libros anteriores, un tema que me interesa personalmente. En "My Prisoner", otro relato brutal, cuenta la vida de su gran amigo Veba, que dio lugar a la novela The Lazarus Project; en "The Kauders Case" rememora el origen de un cuento de The Question of Bruno. A pesar de todo, creo que no habría sobrado un ensayo más literario que relacionara los episodios de su biografía y las obras de ficción correspondientes.

No queda mucho más que decir, solo leer este fantástico libro. The Book of My Lives es ideal para desencantar a aquellos que se hacen una idea demasiado limitada de la identidad y para encantar a los que ya lo saben.