jueves, 26 de mayo de 2016

Un ateo en la JMJ (4)

4. Anatomía de las JMJ

Sin internet, no podría escribir. Aún diría más: sin internet, no sabría escribir. Gracias a internet puedo consultar diccionarios y gramáticas para solucionar mis dudas lingüísticas, encontrar sinónimos para enriquecer un poco mis textos y ejemplos para corregirlos, pero sobre todo informarme de todo cuanto no sé. Y es mucho lo que no sé. ¿En qué año se ilegalizó el aborto en Polonia? ¿Cuándo tuvo lugar exactamente la JMJ de Brasil? ¿Por qué estallaron los disturbios de la JMJ Madrid 2011? ¿Cuál era el nombre del papa Juan Pablo II? Bueno, esta sí me la sé. Pero está claro que en un mundo sin internet, donde no pudiera abrir quince o veinte pestañas en mi navegador, yo no escribiría nada, ni una línea. Internet es el libro de los libros, la puerta a todas las puertas: el mayor amplificador del cerebro.

Gracias a internet, puedo investigar la historia de las Jornadas Mundiales de la Juventud, su anatomía.

Toda buena investigación empieza con la Wikipedia, continúa con Google y debe seguir más allá. Si entramos en www.krakow2016.com, la colorida página oficial de la JMJ Cracovia 2016, podemos empezar a descubrir la historia de estos encuentros católicos juveniles. También hay algo de información en la web de la Conferencia Episcopal Española, en la de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y en The Vatican Today, así como en cualquier periódico generalista.

Como pasa con cada tema, hay demasiados datos sobre la JMJ: es difícil separar lo verídico de lo falso, la propaganda del periodismo y, finalmente, sintetizarlo todo para hacerse una idea general y poder escribir un relato. Allá voy.

* * *

En abril de 1984, Juan Pablo II congregó en Roma el Jubileo de los Jóvenes, una reunión para los católicos de corta edad. Además del papa y la Madre Teresa de Calcuta, acudieron a aquel evento cientos de miles de jóvenes católicos. Juan Pablo II hizo construir una cruz de madera de 3,8m de altura y al finalizar el Jubileo se la entregó a los jóvenes. Esta cruz, que sería conocida como la Cruz de los Jóvenes o la Cruz de la JMJ, tenía una inscripción que encomendaba una misión a sus nuevos portadores:
"Queridos jóvenes, al clausurar el Año Santo os confío el signo de este Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención" (Vatican.va).

Durante ese año, se trasladó la Cruz en peregrinación por diversos países de Europa Occidental. En enero de 1985, a petición de Juan Pablo II, sus portadores cruzaron el Telón de Acero y fueron a Praga, donde hicieron una demostración de músculo católico frente al gobierno checoslovaco. El mensaje político estaba claro: los jóvenes no quieren comunismo sino cristianismo.

Muy convenientemente, la ONU declaró 1985 el Año Internacional de la Juventud. El Domingo de Ramos, la Cruz de los Jóvenes fue llevada por cientos de miles de jóvenes a la plaza de San Pedro en Roma, donde los recibió Juan Pablo II. Unos meses más tarde, en diciembre de 1985, el papa anunció que el siguiente Domingo de Ramos se celebraría una Jornada Mundial de la Juventud en Roma. Se acabaron los encuentros "de prueba", como los define la web de la JMJ 2016; la prehistoria de las JMJ llegó a su fin.

En 1986, pues, tuvo lugar la primera JMJ en Roma: empezaba su historia. Se trataba de encuentros anuales de jóvenes católicos, sacerdotes, la Cruz y el papa en el sitio designado en la edición anterior por el pontífice. La segunda JMJ fue en 1987: hasta Buenos Aires se desplazaron los peregrinos y la Cruz de la JMJ. Entonces Juan Pablo II modificó un poco su periodicidad: las JMJ no se celebrarían anualmente, sino cada dos o tres años. El papa es infalible siempre que el papa no diga lo contrario.

(Una terrible ironía histórica. Durante los ochenta, mientras se celebraban el Jubileo de los Jóvenes, el Año Internacional de la Juventud de la ONU y las primeras Jornadas Mundiales de la Juventud, empezaron los juicios contra los sacerdotes que abusaban de jóvenes, lacra milenaria de la Iglesia católica. La jerarquía eclesiástica había protegido sistemáticamente a los violadores, hasta que en 1983 Juan Pablo II modificó el Código de derecho canónico para que los clérigos infractores pudieran ser juzgados sin trabas burocráticas. Estos juicios son bien conocidos por la película Spotlight, que en 2015 difundió los abusos que se perpetraron en Boston y su proceso judicial, lo cual permitió exportar la investigación al resto del mundo. David Yallop da buena cuenta de ello en su critiquísima biografía de Juan Pablo II, El poder y la gloria (2007), en el capítulo IX, "Más allá de lo creíble".)

Si no contamos los dos encuentros "de prueba" en Roma, de 1986 a 2016 ha habido doce JMJ convocadas por tres papas distintos. La JMJ de julio de 2016 en Cracovia será la número trece, pero la consideran la XXXI porque habrán pasado treinta y un años desde la primera. Se han celebrado en once países diferentes de todos los continentes excepto África y los únicos que han alojado una JMJ dos veces son Italia y España (aunque este verano Polonia repetirá también). He aquí la lista:
1986, Roma (Italia). 1987, Buenos Aires (Argentina). 1989, Santiago de Compostela (España). 1991, Częstochowa (Polonia). 1993, Dénver (Estados Unidos). 1995, Manila (Filipinas). 1997, París (Francia). 2000, Roma (Italia). 2002, Toronto (Canadá). 2005, Colonia (Alemania). 2008, Sídney (Australia). 2011, Madrid (España). 2013, Río de Janeiro (Brasil).

Como buen aspirante a escritor, he dejado para el final lo más importante: ¿por qué se celebran las JMJ? La primera respuesta que se me ocurre es otra pregunta: ¿por qué no? Si los musulmanes tienen su peregrinación a La Meca una vez al año o en la vida, ¿por qué no también los cristianos? Sin embargo, este no-argumento es insuficiente.

Según su web oficial, la JMJ es "un encuentro internacional en el que jóvenes de diferentes partes del planeta se reúnen, junto con sus catequistas, sacerdotes, obispos, en algún lugar del mundo para dar testimonio de su fe en Jesucristo". Esta explicación está en sintonía con el mensaje grabado en la Cruz de los Jóvenes. No obstante, también me parece un razonamiento deficiente: ¿qué necesidad hay de desplazarse a un sitio que no tiene nada de particular? Si como mínimo fuera una peregrinación a un lugar santo... Y ¿no se puede dar testimonio de la fe en Jesucristo en grupos pequeños, localmente? ¿Para qué mover a un millón o más de personas? Supongo que la respuesta es la posibilidad de ver, escuchar o acercarse al papa, por un lado, y sobre todo la de crear vínculos con jóvenes católicos de todo el mundo, por el otro. La carismática presencia del papa actúa como aliciente, mientras que los correligionarios son el aglutinante (prefiero evitar otras comparaciones posibles, mucho más agresivas). En fin, nunca entenderé esa obsesión por pertenecer a un grupo que sienten los creyentes, sean de la religión que sean, pero es evidente que es una fuerza que no se puede subestimar.

Con todo, los porqués religiosos de las JMJ no bastan: para desplazar a tantas personas la fe no es suficiente. Por eso, debemos contemplar también las explicaciones históricas, sociales, políticas, económicas, científicas, lógicas, etc.

Los años ochenta eran la fase final de la Guerra Fría, aunque entonces no estaba tan claro que el Muro de Berlín fuera a caer. Para combatir a la Unión Soviética, Ronald Reagan y Margaret Thatcher estaban modelando el mundo occidental tal como lo conocemos ahora: liberalismo económico y conservadurismo social, oposición total al comunismo. El Vaticano era su aliado y por tanto enemigo declarado de los soviéticos, por lo que la cristiandad también debía cerrar filas contra el Imperio del Mal. No estoy diciendo nada nuevo: todo el mundo sabe que Juan Pablo II fue —como todos los papas— un papa muy político; de hecho, en Polonia es considerado uno de los grandes héroes de la Guerra Fría, más importante y popular que Lech Wałęsa (algo desprestigiado últimamente). Las voces más críticas con Juan Pablo II —de dentro y de fuera de la Iglesia— le recriminaron haber transformado la religión en un espectáculo de masas (misas televisadas, peregrinaciones multitudinarias, saludos desde el balcón, etc.), pero la verdad es que solo una masa unida, convencida, podía hacerle sombra a un enemigo como la U.R.S.S. David Yallop lo sintetiza sin pelos en la lengua:
"A otros en el séquito papal y el grupo del Vaticano les repugnaban las trazas de triunfalismo y la superficialidad de estrella pop que rodeaban a los viajes papales. Las concentraciones de la Jornada Mundial de la Juventud fueron comparadas con los mítines nazis en Nuremberg, con la misma «intensa devoción fanática por un gran líder»" (El poder y la gloria; las cursivas son mías).
Cuando Juan Pablo II murió en 2005, sus sucesores continuaron su labor en la JMJ. Ese mismo año, Benedicto XVI organizó su primera JMJ en Colonia; su segunda fue en Sídney (2008) y la última en Madrid (2011), mientras que la primera de Francisco tuvo lugar en Río de Janeiro (2013). No creo que los porqués detrás de estas JMJ hayan cambiado mucho: expresar la fe, compartirla con los demás creyentes, sentirse parte de un colectivo, pero también demostrar unión y fuerza frente a la nueva amenaza.

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